Razas de Aves Cautivas

Razas artificiales

Las aves de adorno constituyen uno de los ejemplos clásicos en cuanto a la variabilidad de formas y coloridos que una determinada especie puede segregar respecto del tipo silvestre originario. Las combinaciones, que también se producen en la naturaleza con resultados parecidos, acaban normalmente en un proceso de autoeliminación, ligado a fenómenos de competencia interespecíficos, así como a la supervivencia de los mejor dotados. Un diamante moteado de Australia o 'mandarín', que aparezca con plumaje blanco entre una nidada de pajarillos pintados, sera más fácilmente localizado por sus depredadores naturales entre la bandada de congéneres de abigarrados tonos, y su probabilidad simple de supervivencia se sitúa en cotas inferiores a la que corresponde a los otros ejemplares, pero además puede suceder que al llegar la hora del apareamiento su peculiaridad cromática le haga ser rechazado o, al menos, peor aceptado, para la procreación, con lo cual esa característica que le hace 'diferente' tiene mayores dificultades para ser transmitida a su descendencia.

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En el cautiverio las aves estan protegidas de sus enemigos naturales y no tienen problemas en la búsqueda del alimento, que les suministran sus cuidadores. Por otra parte, cuando se obtiene por azar alguna mutación de colorido diferente al considerado normal para la especie, se aíslan los ejemplares y se potencian los cruzamientos hasta conseguir tipos muy separados de la norma primitiva. Las razas y variedades pueden potenciarse mediante la separación e inducción de mutaciones naturales, pero también forzando los cruzamientos entre grupos normalmente separados en el espacio, que por causas geográficas o ambientales no tienen oportunidad de aparearse libremente. Las hibridaciones entre especies distintas, pero sistemáticamente próximas, inducen la cría de mixtos, muchas veces estériles, que, sin embargo, pueden a veces reproducirse y transmitir caracteres distintos a sus descendientes. Los canarios rojos proceden de selecciones que tuvieron su origen en el cruce de cardenalito de Venezuela con canaria doméstica. Otras de las razas de canarios muy peculiares en cuanto al colorido del plumaje, el canto de los machos, e incluso en la forma del cuerpo, como los zanquilargos belgas u holandeses, han sido minuciosamente criadas, eligiendo ejemplares con las características deseadas por el criador, y apareándolos generación tras generación. El caso del periquito común M. undulatus, que en estado silvestre presenta plumaje verde con barbas amarillas y algunas manchas negruzcas en dorso, con las plumas centrales de la cola de color azul intenso, es otro ejemplo de las posibilidades que ofrece la cría en cautividad respecto a la variedad de colores y tamaños, que ya se consideran razas de tan precioso psitacido. Los diamantes mandarines, las isabelas del Japón, las cotorritas ninfa y otros representantes cualificados del panorama ornitológico han seguido una curva de popularidad creciente entre los aficionados a las aves de jaula, tan espectacular como los casos tradicionales del canario y del más moderno periquito.

La magia aparente que nos permite disfrutar de avecillas con coloridos muy distintos de los que ostentan sus antecesores silvestres constituye otro de los alicientes del cuidado y reproducción de aves en cautividad. El caso de las palomas y gallinas ha supuesto la especialización de verdaderas ramas de la ornitología en cada una de las especies, y el reconocimiento de numerosas razas de aprovechamiento cárnico, deportivo, productor de huevos o sólo ornamental.